lunes, 2 de marzo de 2009

Desde una esquina en New York

Por Ley Martinez
Marzo 2 del 2009

Cuando mi novia me propuso la idea de ir a la demostración cívica frente a la sede cubana a la ONU en la ciudad de New York, confieso que mis palabras fueron en alusión a su estado de salud mental, ya que entre la crisis y el escaso monto de tiempo disponible que teníamos, la propuesta no dejaba de ser descabellada, aunque aventurera y posible, pero su mirada de asombro salpicada con un “topping” de reproche al cuestionarme de manera jocosa y sarcástica mis reales convicciones, luego de haber escrito casi una decena de artículos sobre el tema Cubano, me convenció a ser parte de su immediato plan.

Me informé sobre este evento “Cuba: ¡Cambio Ya!” el cual sería como un rebote geográfico-temático de las manifestaciones realizadas previamente en Madrid y Barcelona, el joven escritor Alexis Romay se aventuró en la nada fácil tarea de la convocatoria y la organización, y con el conocimiento del nivel de sacrificio personal, familiar e incluso profesional que este tipo de evento requiere, no vaciló en hacer secuela de este mensaje democrático, cívico, unificador y patriótico que invitaba a todo aquel cubano o ciudadano del mundo, de diversas tendencias ideológicas, sociales, sin caer en derechismos ni izquierdismos, sin importar brechas generacionales, experiencia u orientación, simplemente buscando un dominador común en nuestras teorías: democracia y libertad para Cuba, respeto a los derechos Humanos del pueblo cubano y por ende el fin de 50 años de dictadura y represión, convocar a elecciones libres y pluripartidistas, liberación de los presos políticos y consenso de unidad para alcanzar estas metas. Simple. Lo que cualquier ciudadano común (o con sentido común) pudiera desear, para cualquier país. Simple, a veces.

Con el viaje relámpago de dos días a la Urbe, no teníamos mucho tiempo que perder, y nos dedicamos a adentrarnos a calles y avenidas de la ciudad donde el nivel turístico suele ser mínimo, así palpamos mejor el “feeling” de ir descubriendo peatonalmente una ciudad que puede acogerte de la manera más rica y agradable, si la dejas. Y la dejamos, y al paso íbamos conversando, sin decidir donde aplacar el hambre que asomaba, y la necesidad de guarida secular que provoca el frio. Decidimos probar un restaurante árabe, acogedor y pintoresco que nos regalaba aromas seductores del arte culinario. No nos equivocamos, la cena fue espectacular, el hambre saciada y el vino fue el antídoto a las bajas temperaturas de media noche. El sábado termino tarde, seguros, contentos y cansados regresamos a casa.

La mañana del domingo llegó y con ella el día.
Nos embarcamos para la ciudad con la idea de almorzar por las calles aledañas al lugar de reunión, ya con la mochila a mi espalda, ya listos para volar esa misma tarde a Miami.

Luego de varias llamadas a Alexis y dejándole saber que ya estábamos en frecuencia mental y objetiva para materializar la idea, llegamos a la esquina de Lexington y la 38, frente a nos, el edificio pardo donde residen los representantes de un sistema totalitario, el cual este tipo de ejercicio democrático de protestar es símbolo (o síntoma) de una “enfermiza” libertad de expresión, inadecuada para su modus operandi.

Apenas eran las 12 y 30 pm, en el lugar indicado fuimos recibidos por un pequeño grupo de ex presos políticos que se asombraron de nuestra travesía sólo para cumplir el objetivo de participación física, ya se entrecruzaban las preguntas comunes: - ¿Qué tiempo llevas aquí?, ¿de qué parte de Cuba eres?, mientras más llegaban, más se cuajaba el potaje generacional que pretendía la idea original, donde no importaba si estuvieras o no a favor del embargo, si botaste por Obama o McCain, si viajas o no a Cuba, si sufriste prisión por 15 años o llegaste en balsa, si saliste en el 59 o te sacaste el bombo hace 5.

A la 1 y 30 PM había jubilados, artistas, intelectuales, amas de casa, reporteros, jóvenes, viejos, niños. Comienza oficialmente la protesta pacífica con el canto del Himno Nacional Cubano acompañado (a lo latin jazz) por Paquito D’Rivera, luego Salcedo lee el Manifiesto de New York y minutos después Alexis le “refresca la mente” a los vecinos de la acera del frente sobre los estatutos de la declaración universal de los derechos humanos. Pancartas y gritos de libertad, (gritos que fueron casi monopolizados en su totalidad y con toda razón por los más “marcados” si se quiere decir, los ex presos políticos, quienes han pasado la mayor parte de sus vidas, en la cárcel y en el exilio. No se les puede frenar ese impulso de desgalillarse y rozar esa folklórica, clara y directa manera de proyectar sus mensajes, casi todos enviados al intermitente dictador decadente que aparece y reaparece en escena como un hechicero salido de un filme de Harry Porter.

Por otro lado los representantes de generaciones más jóvenes nos dedicábamos a enfatizar el aspecto de los derechos humanos, la liberación de Biscet y demás presos políticos, el cese de la persecución a los disidentes y el fin del sistema totalitario permitiendo elecciones democráticas y el ejercicio de las libertades socio-políticas del individuo y la sociedad en general. Pero ambas partes conglomeraron armónicamente en aquel espacio, tan diversa en ideas y opiniones como la Cuba que pedimos.

En la esquina adyacente se encontraban unos representantes de apoyo al gobierno cubano y al “proceso revolucionario” nada evolutivo que perdura en Cuba después de 5 décadas. Banderas de México, Puerto Rico, Angola y otras más se notaban ondeando. Varias caras ajenas a nuestra realidad se desbocaban pidiendo la libertad de los 5. (Que a mi juicio de espectador y luego de hacer un análisis sobre como reaccionaban los nombrados contra-manifestantes) dudo mucho que la mayoría supiera a ciencia cierta sobre el caso de los espías de la red-avispa. Sólo se limitaban al mismo caduco discursillo panfletario sobre la Revolución y sus “logros” en la medicina y la educación, desteñido argumento que se desvanece cual maquillaje cuando la sabemos del control individual sobre cualquier acto de expresión libre, o de cómo el precio de la educación supuestamente gratis, suele ser más alto que 5 carreras en Harvard, si no tomamos en cuenta el aspecto monetario, el cual carece de importancia ante el aspecto de la libertad y síndrome de paternalismo estatal que ejercen en los estudiantes desde los primeros años de educación. Sobre la medicina mejor no comentar, si es verdad que puede operarte gratis, también es verdad que un hombre sano como mi abuelo no hubiera muerto en 1986 si antes le hubieran realizado los análisis pertinentes, o tal vez mi primo Lester Morffi hoy supiera de antemano que es alérgico a la penicilina, si en 1981 a alguna enfermera o médico de la potencia médica se le hubiese ocurrido hacerle la prueba de alergia antes. Y no es que no sucedan errores y malas prácticas en países democráticos, es el hecho de que después del dolor, no hay donde dirigirse para canalizar y resolver legalmente estas negligencias. Pero bueno, ya esto es más que conocido.

Fueron casi dos horas de risas, llantos, abrazos, saludos, encuentros y reencuentros, gritos de indignación, mensajes justos y democráticos, como la misma idiosincrasia cubana, tan diversa y contrastante, a veces rozando la contradicción, a veces sólo respirando por la herida, a veces evitando la total resignación, terminamos adaptándonos cada vez a la nueva vida, sin olvidar el compromiso que llama de nuestro lugar de origen, compromiso de escuchar esas voces que casi nadie escucha o quiere escuchar, voces mucho más valientes que la de nosotros ayer. Sin menospreciar nuestro derecho a protestar y pedir por ellos desde un lado más seguro y bajo el manto de la democracia (manto que cubría también a los del lado contra protestante, toque de ironía muy común en estos casos). Continuamos la protesta con dignidad y haciendo caso omiso a las provocaciones de los “revolucionarios de la otra esquina”, en la acera de la Sede se veían caminar individuos que a pesar de sus vestuarios y atuendos de camuflaje nativos newyorkinos, no podían disimular su naturaleza de “seguroso“ oficial, reportando quien o quienes estábamos allí, para ejercer cierta intimidación, como para cobrárselas luego. (ay qué miedo)

La mejor sensación de haber ejercitado algo justo y de hacerlo en un orden democrático y cívico la sentí cuando acabado el evento, nos fuimos un grupo de nuevos/buenos amigos a un café que quedaba justo en el trayecto donde se encontraban los “revolucionarios”. Alexis y su esposa Valerie, Juan Carlos y Ada (a.k.a. Hada) Ernesto y su Novia, Niurki y Yo atravesamos el lugar con la mayor tranquilidad que se pueda tener, sólo quedaban remanecientes ejemplares (no cubanos) con fotos de Fidel y el Che, mirándonos casi atónitos. Habíamos terminado nuestra tarea, bien cumplida, digna de comentarla con café y argumentos, pros y contras, digna de darle la merecida responsabilidad de haber sido la culpable del renacer de nuevas y sumamente apreciadas amistades y ser testigo de la descompresión mental y física del organizador, mientras su organismo iba acomodándose al alivio.

A las 6 pm, luego de la siempre extensa despedida a lo cubano, tomamos un taxi para el aeropuerto, con una sonrisa en los labios, ya sin cuestionarme (jamás) si mi novia estaba loca de remate por aquel viaje de ida por la vuelta, el buen sabor de boca que nos había dejado aquella experiencia, sumando los restaurantes visitados, los paseos a la deriva urbana, el encuentro con amigos, la realización de la protesta cual objetivo principal de la visita, todos lo llevábamos en la conciencia y en los poros, con un éxtasis contagioso que no queríamos dejar escapar, con la inexplicable y confortable sensación que deja el saber que se ha hecho algo justo, que se ha aportado un ápice a favor de nuestras convicciones, aprobadas o no por los demás, son nuestras, y necesitaban ese embrague, esta vez desde una esquina en New York.

©Ley Martinez, 2009

3 comentarios:

Alexis Romay dijo...

Compadre: he disfrutado muchísimo tu texto; tanto como disfruté ayer conocerles en persona; tanto como disfruté nuestro ejercicio cívico; tanto como disfruté nuestra descarga vespertina en ese café que apareció en medio de la nada del Midtown; tanto como disfrutaré nuestros encuentros futuros. Que se hayan dado el brinco desde Miami exclusivamente para exigir, codo a codo y frente a la guarida del castrismo, democracia y libertad para Cuba, es de un swing indescriptible. Mil gracias por venir. Que puede leerse también como: mil gracias, porvenir.

La única exageración es que me llamaste “joven”. Pero te la perdono.

Un fuerte abrazo,
Alexis

Güicho dijo...

Bravo, muchachos!

Anónimo dijo...

Si todos los cubanos en el exilio hicieran sacrificios por mostrar su desatisfaccion con el govierno de Cuba, de seguro eso cambiaria YA.
Gracias mil por haber hecho lo hecho.
Lamento no haberlos conocido personalmente, pero ya sera.
Saludos! AlejLopez

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