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miércoles, 28 de enero de 2009
FELIZ 156 CUMPLEAÑOS, APOSTOL
JOSE JULIAN MARTI Y PEREZ
José Julián Martí Pérez nació en La Habana, el 28 de enero de 1853, de padres españoles. De niño, estudia en el colegio San Anacleto, donde conoce a Fermín Valdés Domínguez, y en la Escuela Municipal de Varones de La Habana, dirigida por Rafael María Mendive.
Poco después del Grito de Yara, Martí comienza a publicar escritos alusivos a la lucha de los cubanos por su independencia. El 4 de marzo de 1870 es condenado por un Consejo de Guerra a seis años de prisión. Es llevado a realizar trabajos forzados en las canteras de La Habana. Poco después es indultado, por gestión de su padre, y trasladado a Isla de Pinos. Se le conmuta la pena por el destierro. El 15 de enero de 1871 parte con rumbo a Cádiz.
En Madrid publica su denuncia El presidio político en Cuba. Gestiona su matrícula en la Universidad de Madrid. En mayo de 1873 se traslada a la Universidad de Zaragoza y cursa el bachillerato paralelamente con sus estudios universitarios. El 27 de junio de 1874 recibe el título de bachiller.
El 24 de octubre se gradúa de Licenciado en Filosofía y Letras. Sale de España y visita otras ciudades de Europa. Llega a Inglaterra en enero de 1875 y parte con rumbo a México. El 8 de febrero desembarca en Veracruz y continúa su viaje hacia la capital del país. Conoce a Manuel Mercado, amigo de su padre. Publica en la Revista Universal y en El Federalista.
Parte de Veracruz con rumbo a La Habana a donde llega el 6 de enero de 1877. Regresa a México y viaja a Guatemala en marzo. En mayo conoce a María García Granados, "La niña de Guatemala". Es nombrado catedrático de la Escuela Normal Central de Guatemala. Se casa en México el 20 de diciembre con la camagüeyana Carmen Zayas Bazán.
Aprovechando la amnistía otorgada tras el pacto del Zanjón, viaja a La Habana el 27 de julio de 1878. El 22 de noviembre nace su hijo, José Francisco. Escribe a Máximo Gómez solicitándole datos para un libro. Trabaja de abogado y obtiene permiso para impartir clases. Es detenido el 17 de septiembre de 1879 y sale deportado hacia España acusado de conspiración.
El 3 de enero de 1880 llega a Nueva York donde es nombrado vocal del Comité Revolucionario Cubano de esa ciudad que preside Calixto García. Publica en The Hour y The Sun.
Viaja a Venezuela en enero de 1881. Publica en La Opinión Nacional. Edita la Revista Venezolana. Abandona el país el 28 de julio por problemas con el dictador de turno.
Regresa a Nueva York donde publica, a principios de 1882, Ismaelillo. Colabora con La Nación de Buenos Aires. Intercambia correspondencia con Máximo Gómez y Antonio Maceo. Escribe varios de sus Versos libres, aunque no los publica.
En octubre de 1884 se entrevista con Maceo y Gómez . Poco después, escribe una carta a Gómez en la que anuncia su separación de los planes insurreccionales por considerarlos parciales y peligrosos para la conducción democrática y eficaz de la revolución.
Continúa publicando en La Nación y en El Partido Liberal de México fundamentalmente. Escribe acerca de los sucesos de mayo en Chicago. El 16 de abril de 1887 es promovido a Cónsul del Uruguay en Nueva York. Recibe la visita de su madre, Leonor Pérez.
De julio a octubre de 1889 edita los cuatro números de La Edad de Oro, revista mensual dirigida a los niños de América Latina. Al final del año publica una serie de crónicas acerca de la Conferencia Internacional Americana que se celebra en Washington.
El 24 de junio de 1890 es nombrado Cónsul de la Argentina; el 30, cónsul del Paraguay. En diciembre es nombrado presidente de la Sociedad Literaria Hispanoamericana de Nueva York.
El 10 de enero de 1891 aparece en La Revista Ilustrada de Nueva York, su artículo Nuestra América. En marzo participa en el Congreso Monetario de Washington como representante de Uruguay. En octubre renuncia a todos sus cargos para dedicarse de lleno a la preparación de la guerra necesaria. Ese mismo mes publica sus Versos sencillos en Nueva York.
Durante 1892 prepara los estatutos del Partido Revolucionario Cubano y publica en Patria. Viaja entre Nueva York, Tampa, Cayo Hueso y Filadelfia organizando a los cubanos en el exilio. Viaja a Haití. El 11 de septiembre se entrevista con Máximo Gómez en Montecristi, República Dominicana. Viaja a Jamaica y se visita a Mariana Grajales y María Cabrales. Regresa a Nueva York.
Continúa con sus viajes en los primeros meses de 1893. El 3 de junio se entrevista nuevamente con Gómez, a quien se nombra general en jefe. Viaja a Costa Rica y visita a Antonio Maceo el 30 de junio. Maceo acepta participar en la insurrección. Regresa a Nueva York y continúa los preparativos de la guerra durante el resto de 1893 y todo 1894.
El 29 de enero de 1895 firma, con Enrique Collado y José María Rodríguez, la orden de alzamiento dirigida a Juan Gualberto Gómez. El 7 de febrero llega a Montecristi. El 25 de marzo firma con Gómez el Manifiesto de Montecristi, donde sienta las bases programaticas de la revolución.
El 11 de abril de 1895 desembarca con Máximo Gómez y otros cuatro patriotas en Playitas, provincia de Oriente. El 15 de abril recibe los grados de Mayor general del Ejército Libertador. El 18 de mayo de 1895 escribe a Manuel Mercado una carta que es considerada su testamento político.
Muere en combate en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895.
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Mi poema favorito de José Martí
LOS ZAPATICOS DE ROSAS
Hay sol bueno y mar de espuma,
y arena fina, y Pilar
quiere salir a estrenar
su sombrerito de pluma.
—«¡Vaya la niña divina!»
dice el padre, y le da un beso.
—«Vaya mi pájaro preso
a buscarme arena fina».
—«Yo voy con mi niña hermosa»,
le dijo la madre buena.
—«¡No te manches en la arena
los zapaticos de rosa!».
Fueron las dos al jardín
por la calle del laurel,
la madre cogió un clavel
y Pilar cogió un jazmín.
Ella va de todo juego,
con aro, y balde y paleta;
el balde es color violeta;
el aro es color de fuego
Vienen a verlas pasar,
nadie quiere verlas ir,
la madre se echa a reír,
y un viejo se echa a llorar.
El aire fresco despeina
a Pilar, que viene y va
muy oronda: —«¡Di, mamá!
¿Tú sabes qué cosa es reina?»
Y por si vuelven de noche
de la orilla de la mar,
para la madre y Pilar
manda luego el padre el coche.
Está la playa muy linda;
todo el mundo está en la playa;
Lleva espejuelos el aya
de la francesa Florinda.
Está Alberto, el militar
que salió en la procesión
con tricornio y con bastón,
echando un bote a la mar.
¡Y qué mala, Magdalena
con tantas cintas y lazos,
a la muñeca sin brazos
enterrándola en la arena!
Conversan allá en las sillas,
sentadas con los señores,
las señoras, como flores,
debajo de las sombrillas.
Pero está con estos modos
tan serio, muy triste el mar;
lo alegre es allá, al doblar,
en la barranca de todos.
Dicen que suenan las olas
mejor allá en la barranca,
y que la arena es muy blanca
donde están las niñas solas.
Pilar corre a su mamá:
—«¡Mamá, yo voy a ser buena;
déjame ir sola a la arena;
allá, tú me ves, allá!»
—«¡Esta niña caprichosa!
No hay tarde que no me enojes:
anda, pero no te mojes
los zapaticos de rosa».
Le llega a los pies la espuma,
gritan alegres las dos;
y se va, diciendo adiós,
la del sombrero de pluma.
¡Se va allá, donde ¡muy lejos!
las aguas son más salobres,
donde se sientan los pobres,
donde se sientan los viejos!
Se fue la niña a jugar,
la espuma blanca bajó,
y pasó el tiempo, y pasó
un águila por el mar.
Y cuando el sol se ponía
detrás de un monte dorado,
un sombrerito callado
por las arenas venía.
Trabaja mucho, trabaja,
para andar: ¿qué es lo que tiene
Pilar que anda así, que viene
con la cabecita baja?
Bien sabe la madre hermosa
por qué le cuesta el andar:
—«¿Y los zapatos, Pilar,
los zapaticos de rosa?»
«¡Ah, loca! ¿en dónde estarán?
¡Di dónde Pilar!» —«Señora»,
dice una mujer que llora:
«¡están conmigo, aquí están!»
«Yo tengo una niña enferma
que llora en el cuarto oscuro
y la traigo al aire puro,
a ver el sol, y a que duerma».
«Anoche soñó, soñó
con el cielo, y oyó un canto,
me dio miedo, me dio espanto,
y la traje, y se durmió».
«Con sus dos brazos menudos
estaba como abrasando;
y yo mirando, mirando
sus piececitos desnudos».
«Me llegó al cuerpo la espuma.
Alcé los ojos y vi
esta niña frente a mí
con su sombrero de pluma».
—«¡Se parece a los retratos
tu niña! —dijo—:¿Es de cera?
¿quiere jugar? ¡si quisiera!...
¿y por qué está sin zapatos?»
«Mira, ¡la mano le abrasa,
y tiene los pies tan fríos!
¡oh, toma, toma los míos,
yo tengo más en mi casa!»
—«No sé bien, señora hermosa,
lo que sucedió después;
¡Le vi a mi hijita en los pies
los zapaticos de rosa!»
Se vio sacar los pañuelos
a una rusa y a una inglesa;
el aya de la francesa
se quitó los espejuelos.
Abrió la madre los brazos,
se echó Pilar en su pecho,
y sacó el traje deshecho,
sin adornos y sin lazos.
Todo lo quiere saber
de la enferma la señora:
¡No quiere saber que llora
de pobreza una mujer!
—«¡Sí, Pilar, dáselo! ¡y eso
también! ¡tu manta! ¡tu anillo!»
Y ella le dio su bolsillo,
le dio el clavel, le dio un beso.
Vuelven calladas de noche
a su casa del jardín;
y Pilar va en el cojín
de la derecha del coche.
Y dice una mariposa
que vio desde su rosal
guardados en un cristal
los zapaticos de rosa.
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