lunes, 4 de mayo de 2009

COSAS HUNDIDAS

Cosas Hundidas

Las cosas hundidas conservan su misterio, aprisionado por la masa que los cubre, un misticismo único que se alimenta del silencio, del olvido y la soledad, casi sepulcral, de sus ruinas. Siempre me han causado una mezcla de respeto, miedo y curiosidad, las cosas hundidas.

Entre los “naufragios” más significantes en mi vida, se encuentran el de mi País, el de muchos cubanos en plena travesía de escape, el de la moral de muchos compatriotas, el de un endeble remolcador repleto de inocentes que una calurosa noche de verano no llegó al amanecer. También he visto hundida la esperanza en los ojos de un familiar resignado en su realidad, entre cuatro paredes de una destartalada casa de mi pueblo natal, Ciego de Ávila, la misma casa donde nací, y hoy no hay orilla capaz de ayudar a este náufrago, que como muchos más, no ven flotar ningún milagro en su horizonte, no hay madero de donde aferrarse, no hay estrella que seguir, sólo me queda, sin pensarlo dos veces, el recurso al (a veces desconsolador ejercicio) de las remesas, como una bocanada de oxígeno entre tanta agonía.

Yo trato (y logro) mantenerme a flote, juego con la variedad de las mareas y me concentro en mis rescates, mantengo navegando mi esperanza y de vela impulsadora llevo una dignidad que no sabía que existía tan a flor a piel, y que no se desgarra con vientos en contra, que no cree en tormentas de apatía, que no vacila ante temporales de indiferencia, esa misma indiferencia que va sigilosa sobre la superficie del mar de la vida, como venenoso derrame de petróleo, nocivo para las cosas flotantes, …queriendo convertirlas en cosas muertas, o hundidas.

Esta analogía, tan a lo Titanic, viene después de una especie de análisis personal, luego de la demostración de toque de cazuelas del viernes 1º de Mayo, que para mí fue muy válida, a pesar de la veintena de asistentes, se sintió la energía de buena fe, de justa causa, de saber que se hacía algo digno y muy en concordancia con el modesto monumento al remolcador 13 de Marzo que existe en el parquecito esquinero donde se efectuó dicha manifestación. No permitimos que nos hundieran la moral ni la dignidad, usamos todo el tiempo, todo el viento para aprovecharlo a nuestro favor, llegó el momento que nos creíamos omnipotentes en aquella esquina, el orgullo izó sus velas y parecíamos miles de tripulantes, y esa “prematura vergüencita” que se experimenta el estar parados en medio de la calle repiqueteando cacerolas se difuminó en pocos minutos, ya no importaban los números, sólo la causa y el encuentro, se fraguaron nuevas amistades, nuevos contactos e ideas. Pensábamos en los de Cuba, ¿habrían tocado sus cazuelas? No sé, la acción estaba tomando forma, pequeña pero consistente, y a flote, únicamente nos interesaba quedar bien con nuestros principios y el hecho de apoyar a los convocantes de la Habana, ya era razón suficiente para que nadie ni nada nos hiciera sucumbir, ni siquiera la apatía típica de algunos cubanos de Miami, la inmovilidad de esos, que aunque quieran cambios y acciones, muy poco hacen.

Esa noche mi dignidad, junto a la de todos los presentes, se mantuvo arriba, y por muy insignificante que le parezca a unos cuantos, son estas “pequeñas cosas” la que hacen grande mi “embarcación”, donde como Arca de Noé, rescato (siempre por pares, para que procreen) compromiso y principios, interés y dignidad, civismo y cabalidad, empatía y apoyo, amor y lucha por la libertad, justicia y democracia, tolerancia y exigencia, entre otros pares más.

No me sorprende la inactividad de muchos, ni me provoca ira que algunos se muestren tan apáticos a esta causa, no soy nadie para juzgarlos, hay algo llamado conciencia que sabe hacerlo mejor, aunque muy a menudo, estos ejemplares llevan tan hundida su dignidad, su moral y tantas otras cosas necesarias para este periplo, que no despiertan la más mínima inquietud en mi curiosidad, no hay misterios ni misticismo en sus anegamientos, no respeto sus ruinas, porque una vez que todas estas “cosas” tocan fondo en su mar de mierda, dejan de ser.

©ley martínez. 2009

2 comentarios:

Mickey dijo...

Se muy bien del misterio de las cosas hundidas. Desde el exilio, hicimos lo que teniamos que hacer. Tocar las cazuelas. Nuestros corazones y mentes no estuvieran tranquilos ahora si no lo haciamos, si no sonabamos el Primero de Mayo, en el "concierto" que dimos.

Evidencias dijo...

Muy bien Lei! Me encantó lo de los pares, que además resume muy bien el ambiente que respiramos aquella noche.

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