martes, 17 de febrero de 2009

Declaración de Nueva York by Alexis Romay



La Revolución Cubana acaba de cumplir medio siglo en el poder. Fue un movimiento que tuvo en sus inicios el respaldo mayoritario de la población, pues significaba entonces el fin de una tiranía y la promesa de recuperar la República, con su constitución, sus leyes, su sistema democrático.

Pocos sospecharon entonces que aquel enero se iniciaba la destrucción de la República; la suspensión definitiva de la Constitución del 40, de las elecciones libres, de las libertades básicas; los fusilamientos tras juicios sumarios y la violencia de las turbas en mítines de repudio; la ilegalización de todas las asociaciones políticas, económicas, educativas, sociales y culturales independientes del estado y del partido único; el control absoluto de la economía desde el poder como el más efectivo instrumento de sometimiento de la población; la eliminación de la prensa independiente; la división de las familias; el exilio y el presidio político más numerosos de nuestra historia; la implantación de un sistema totalitario que permitiría al nuevo caudillo imponer su voluntad en el país por los próximos 50 años.

Ningún demócrata auténtico va a celebrar medio siglo de totalitarismo en Cuba. Eso es y eso ha sido la Revolución Cubana. Lo que sí vamos a celebrar en las calles de Nueva York, como nuestros compatriotas ayer en Madrid y en Barcelona, es nuestra voluntad de ponerle fin a esa infamia.

Nuestra protesta en Nueva York es la continuación y el preámbulo de otras, parte modesta de un movimiento que toca a los jóvenes y también a los veteranos de la lucha anticastrista, que crea y recrea sus vínculos en la diáspora y en la isla, en la realidad virtual y en las calles de Europa, de América, de Cuba, y que no va a detenerse hasta tocar la libertad.

Éste es un llamado al castrismo a respetar los derechos de todos los cubanos, como individuos y como pueblo. Pero es también una señal inequívoca de que no vamos a resignarnos a vivir sin ellos. Vamos a conquistar los derechos, independientemente de la voluntad del castrismo.

A los gobiernos democráticos del mundo, les recordamos que la solidaridad con Cuba no puede ser a expensas de nuestro propio pueblo. No se puede defender la soberanía de Cuba sin defender las libertades básicas de los cubanos para ejercerla. Soberano es el pueblo, no un caudillo, no un partido.

Para los demócratas cubanos, la hora del aislamiento va llegando a su fin. Por una Cuba democrática nos vamos a pronunciar en Nueva York los cubanos y también nuestros amigos de otras nacionalidades, hombres y mujeres libres de las más variadas edades, religiones y razas, de cualquier orientación sexual, ideológica o política, sin necesidad de ocultar ni disimular nuestras diferencias. Con ellas cabemos todos en una Cuba libre, independiente y democrática.

¡Patria y libertad!

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